VISITANTES, RAZA EN EXTINCIÓN.

28.07.2015 17:33

Cáncer nacional y popular.

Parece mentira pero el futbol argentino mantiene una enfermedad  crónica y no hay indicios de que exista cura, solo paliativos.

Este cáncer se apodera de la pasión de muchos, genera una metástasis interna que poco a poco va matando al más lindo divertimento nacional y popular. Infinidad de antropólogos, filósofos, periodistas y cualquier especialista en sociedades ha intentado dejar en claro por qué las gradas argentinas están tan contaminadas por el vandalismo. Amén de conocer cómo se fecunda este aparato de destrucción masiva, las autoridades optan por quitar las manzanas sanas y dejar las podridas en el cesto, de tal manera que lo putrefacto siga siendo consumido.

¿Es realmente una forma de contrarrestar la violencia en el fútbol, quitar e impedir que el público visitante asista al estadio? El Gobierno Nacional, el organismo de seguridad y hasta algunos dirigentes lo pensaron así. Grandes pensadores que hemos elegido para que administren el país, eduquen a nuestros hijos, nos brinden seguridad y trabajo, se tomaron algunos minutos de su agitada agenda y decidieron  de que Juan y su hijo Pedro de tan solo diez  años, vean a su tan querido Almagro por televisión. Paradójicamente el hecho que decreto esta sanción, fue la muerte de un hincha de Lanús a manos de la policía, minutos antes de que se dispute el partido entre Estudiantes de La Plata y el granate.

No sorprende como se culpó al muerto y no se juzgó el accionar que determino el deceso de una persona. Seguramente el operativo habrá sido un éxito.

No es la idea escudarse en el folklore, el color, los canticos que se forjaron atraves de los años en las tribunas argentinas, sino realmente ver dónde está el problema y asimismo ver la otra cara de la moneda y que fines lucrativos da como resultado.

Desde agosto del 2009 la televisación del fútbol está a cargo de la jefatura de gabinete y ministros (si, además de las huellas digitales, los argentinos también tenemos este invento) y por supuesto necesita redito económico que justifique los 742,7 millones anuales de inversión

Si el problema radica en las barras bravas, queda claro que este tipo de medidas no ataca a ninguna.LA 12, Los Borrachos del  tablón, la Butteler y otras tantas siguen concurriendo a los estadios. Tal como dijo la presidente Cristina Fernández, “en la cancha colgados del paravalanchas y con la bandera, nunca mirando el partido, porque no miran el partido, arengan, arengan, la verdad mis respetos hacia ellos “. Uno de los principales artífices del caos violento que se vive en los estadios son los admirados por la jefa de estado, difícil que se los erradique ¿no?

La  complicidad o miopía de los dirigentes de los clubes, como así los representantes políticos hacen que en esta cacería de brujas paguen los ausentes, sin nombres propios de relevancia, básicamente…la familia. Los puntos ciegos de las determinaciones dejan mucho que pensar a la hora de analizar fríamente la temática, si tomamos en cuenta que sobre un mismo territorio, una misma asociación y diferentes televisaciones, el dictamen sufre algunos cambios. Por citar algún ejemplo, la tan reciente (como antigua) Copa Argentina, no mantiene prohibición para el hincha visitante. Es decir la disputan los mismos equipos que actúan en el Campeonato de Primera y ascenso pero como cambia el nombre (no es torneo sino copa), tal parece que en los hinchas no despierta la misma pasión que el torneo  local  y no tienen ganas de matarse unos con otros, al menos esa es la sensación que nos quieren hacer creer.

Llama la atención que el Ministerio de Seguridad, la policía y los mandatarios de los clubes acepten la ineptitud a la hora de organizar un cotejo deportivo en sus estadios, pero por otro lado  asimilan  el control del evento cuando este se disputa a varios kilómetros de distancia. ¿Sera que la policía de otras provincias no puede pactar con algunas barras o que es necesario darle relevancia a la competencia y trasmitirla solo por televisión?

Según los propios dirigentes de AFA, con Julio Grondona a la cabeza, ésta medida ayudaría a los clubes a no tener que pagar altos operativos policiales. La realidad es que los organismos encargados de la seguridad, para los últimos Boca –River disputados en Capital Federal, indicaron que hacían falta mil trecientos uniformados, misma cantidad que se solicitaba cuando existía el público visitante.

 

Alguien podría objetarme y decirme que esta medida ayuda a que disminuya la violencia en el fútbol, pero la certeza radica en que son pocos los cruces de hinchadas y crecieron las internas por el poder de la popular y sus negociados. El 21 de Junio de 2013 un cruce entre las barras de Boca (oficial y disidente) terminó con dos muertos y varios heridos, en la antesala de un amistoso con San Lorenzo. Por otra parte Nueva Chicago padece el mismo conflicto interno y el pasado 15 de agosto de 2014 la barra oficial dirimió cuestiones y diferencias a los tiros con la facción opositora. Tal parece que no se ponen de acuerdo para ver quién quiere más al club.

La demanda de acción ante un problema que lejos está de ser una novedad, abrumo a inversionistas, jefes de estado, y parte de la sociedad. Algunos sintieron alivio sin percatarse de que el enemigo no necesariamente tiene que tener otro color de camiseta.

Culpar o involucrar al hincha común, damnificarlo y privarlo de tener 90 minutos semanales de esparcimiento social parece un despropósito, más aún cuando los culpables del deterioro cultural dirigen y digitan el rumbo como quieren y no precisamente están en una tribuna.